Luna Llena en Cáncer

Luna Llena en Cáncer

Cómo relacionarnos positivamente con nuestro mundo emocional

El pasado domingo 23 de diciembre tuvo lugar nuestro encuentro mensual de Meditación de Luna Llena.
Nos reunimos en círculo, en un grupo numeroso y comprometido, para abrirnos a las oportunidades que nos trajo el plenilunio en Cáncer.

La Abuela Luna nos dejó el regalo de su luz amorosa para iluminar nuestro mundo
emocional.

La oportunidad de seguirnos trabajando, ahora está en nuestras manos.

La luna en el signo de Cáncer nos convocó a trabajar con nuestras emociones.

En estos días nuestra sensibilidad está más abierta, aparecen recuerdos que tocan nuestra memoria afectiva, tal vez estemos más susceptibles y, además, se actualiza con intensidad el anhelo de recibir y dar cuidado y nutrición afectiva, un deseo de encontrar refugio en un continente acogedor.

Este anhelo de regreso al hogar quizás nos conecte, en principio, con cierta melancolía, con la tristeza de pensar que  nuestro refugio primero, el útero que nos contuvo antes de entrar en esta vida, quedó atrás para siempre.

Sin embargo, este deseo de volver a casa no necesariamente lo hemos de relacionar con un pasado perdido, sino que puede ser el impulsor que nos proyecte hacia adelante en nuestro camino.

El anhelo de pertenecer es también el anhelo de recordar que somos parte de este Universo, que no somos seres aislados, y que como especie humana estamos hermanados con todos los seres vivos y con la Madre Tierra que nos  sostiene, nos alimenta y nos da cobijo.

Cultivar este sentido de pertenencia es uno de los caminos para nutrir nuestra confianza básica.

Por otro lado, la Abuela Luna nos dejó la invitación de reflexionar acerca de cómo nos vinculamos con nuestros sentimientos y emociones.

Y nos dejó una promesa!

Podemos usar en nuestro favor las emociones que aparecen, vivenciando una y otra vez nuestra capacidad de trascenderlas.

Podemos nutrir nuestra genuina fortaleza emocional, entregándonos de pleno a lo que la vida nos propone momento a momento.

Vivimos en una cultura que le da mucho valor al desarrollo intelectual.

La acumulación de saberes académicos engrosa el currículum.

Sin embargo, recién desde hace no demasiadas décadas, con el renovado interés por revalorizar lo femenino, se habla también de la inteligencia emocional.

Cómo relacionarnos de modo inteligente con nuestro mundo afectivo, con nuestro corazón sensible?

En general, la expresión emocional no es bien vista.

Parecería que es más elegante una imagen de persona inconmovible, que permanece inalterable más allá de las circunstancias.

Por el contrario, la expresión de las emociones suele verse como señal de debilidad, de falta de equilibrio.

El entorno social no promueve, en principio, una relación positiva con nuestras emociones.

Parecería que son un problema, algo de lo que casi nos avergonzamos.

Nos da pudor y es como si en nuestro fuero interno pensáramos que solamente  nosotros somos afectados emocionalmente.

Lo cierto es que, con la influencia del entorno y en función de  otras variables que desarrollaremos más adelante, nos cuesta hacer lugar a lo que sentimos, e ignoramos que emociones y sentimientos son un lenguaje maravilloso, una guía para la vida y la materia prima para nuestro desarrollo como seres humanos plenos.

Nuestra primera reacción ante un sentir que nos inquieta es rechazarlo, negarlo, resistir.

Sin embargo, cuanto nos oponemos a algo y lo rechazamos, sencillamente la estamos fortaleciendo.

Al pelearnos con una emoción la traemos al centro de la escena en nuestro mundo interno.

Sería más operativo e inteligente permitir que emerja como un elemento más de nuestra psique, sin darle más relevancia de la que tiene. Déjalo ser!

En cambio, a la incomodidad de lo que sentimos, le sumamos el miedo a sentir!

La Luna nos dejó algunas enseñanzas acerca de las causas por las que tendemos a rechazar ciertas emociones, y de qué modo contrarrestarlas.

¿Por qué nos resistimos  a ciertas emociones?

1) Porque las juzgamos en vez de meramente observarlas.

Nos asustan algunos sentimientos y emociones porque los juzgamos como  negativos o incorrectos.

Es importante entender que las emociones y sentimientos no proceden del mundo racional ni están sujetas a mandatos.

Provienen de otros espacios donde el “deber ser” no cuenta.

Son mensajeros, indicadores que nos muestran un camino.

Un enojo, por ejemplo, nos está dando la pauta de que hay algo en nuestra relación con otra persona  con que nos está provocando dolor. Y de ese modo nos muestra la necesidad de resolver una situación que pide ser sanada.

2) Porque tenemos miedo a que la emoción nos aniquile.

No obstante somos capaces de sobrevivir al dolor y al placer, en mucha mayor medida de lo que imaginamos.

Ya no somos l@s niñ@s pequeñ@s enteramente a expensas de los adultos.

Ahora podemos contenernos a nosotr@s mism@s, podemos maternarnos e ir en busca de lo que necesitamos.

Podemos desarrollar la valentía de pedir contención a través de las palabras, de la compañía, de la escucha, del abrazo.

La luna nos dejó la invitación de animarnos a confiar en nuestra fortaleza emocional, en nuestra capacidad de sentirnos tocados en la sensibilidad.

Podemos relajar en lo que sea que estemos sintiendo, aceptando que nos atraviese.

3) Porque nos asusta la naturaleza cambiante de las emociones.

Nos asusta porque confundimos la fluidez con el desequilibrio.

El equilibrio es fruto de la confianza en la fluidez, en la danza que nos lleva a un lado y otro del punto cero.

Cuanto mayor sea nuestra confianza y nuestra entrega a ese fluir, menor será la oscilación.

Es por obra de nuestro miedo que la oscilación se amplifica y viajamos penosa y alocadamente de un extremo al otro.

Las emociones son fluctuantes, sí, por suerte!

Esto es la garantía de que nos liberaremos de toda emoción dolorosa y de que lo agradable que se va, en algún momento va a regresar. Tal y como lo hace la luna, yendo y viniendo, volviendo con un rostro diferente cada día.

4) Porque confundimos la vulnerabilidad con la debilidad.

Precisamente la vulnerabilidad es el origen de nuestra fortaleza.

No es valiente quien no tiene miedo.

Es valiente quien junto con su miedo, sigue adelante.

Así es como se desarrollan nuestra templanza y nuestro coraje.

Gracias a nuestro corazón vulnerable somos capaces de desarrollar la empatía, la compasión, somos capaces de cuidar de nosotros mismos y de los demás.

No hay amor posible sin este centro sensible de nuestro corazón vulnerable.

Mil veces en la vida se nos rompe el corazón.

Y entonces? Juntamos los pedazos y seguimos adelante.

Antes o después las heridas cicatrizan.

Y las cicatrices duelen cuando se avecina una tormenta, porque no han perdido su sensibilidad.

Pero al mismo tiempo, el tejido de la cicatriz es más fuerte que cualquier otro.

La fortaleza emocional no consiste en corazas de insensibilidad que solo sirven para aislarnos detrás del muro.

La fortaleza emocional es nuestro corazón valeroso, abriéndose en confianza a la vida.

Y para terminar, estas maravillosas palabras del poeta persa Rumi:

Ser humano es ser una posada
Todas las mañanas llega alguien nuevo.

Una alegría, una depresión, una mezquindad.

Despertamos momentáneamente a algo nuevo
como acogemos a un visitante inesperado.

Recíbelos y atiéndelos a todos,
aunque sean un montón de penas
que barren violentamente tu casa
y la vacían de muebles.

Aún así, trata a cada huésped de manera honrosa.
Tal vez te esté preparando
para algún nuevo deleite.

El pensamiento sombrío, la vergüenza, la malicia
ve a recibirlos a la puerta, con una sonrisa
e invítalos a entrar.

Agradece a quienquiera que llegue
porque todos han sido enviados
como guías del más allá.

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